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Cuándo se detiene el
maratonista sin mensaje y sin destino?
Ella cerró los
ojos y agradeció a Di-os haber dejado de correr...
Como una
maratonista in eternum había pasado su vida sin detenerse... Siempre corriendo, sin llegar
nunca a ningún lugar tranquilo, a ningún lugar que tuviera sentido, que fuese
seguro, que la contuviese y que le parara el dolor y la ansiedad...
Así que
ahora, que por fin se había detenido, era un verdadero milagro esta sensación
de descanso, de recobrar el aliento, de mirarse, de descubrir su paisaje y
admirar todo lo que la rodeaba...
Supo que ya nada permanecería como hasta ahora, cuando pudo detenerse
por su propia voluntad y descubrir que no solo seguía respirando, sino que
además podía conectarse con sentimientos nuevos de amor, con valores más altos
y con alegrías mas profundas...
Se miró sin maquillaje y sin apuro y agradeció a
Di-s haberle ordenado detenerse, le agradeció ese silencio en el ritmo
cotidiano que provoca, como en la música, que todo el movimiento tenga un orden y pueda ser bello y conmovedor...
Le agradeció haberse vestido como “para una
fiesta” y disfrutarlo en su casa, en intimidad con su familia; liberada de las miradas extrañas...
Le agradeció haber preparado
una cena especial, haber desconectado el teléfono y haber tenido el privilegio
de traer un poquito de luz al mundo encendiendo las dos
velas con una Bendición.
Le agradeció
también la decisión de intentar hablar sobre cosas que no fueran mundanas y que
ese espacio fuera inundado y reverdecido por relatos de Toráh y por canciones que su corazón reconoció como propias...
Le agradeció que, contrariamente a lo que “todo el mundo” le había presagiado, no solo no se
aburrió, sino que se deleitó con cada instante de este día. Y al cerrar el Sidur,
aún con el aroma del vino y las especias acariciándole el alma, le agradeció a
Di-s el haberle ordenado recordar y cuidar Shabat
para santificarlo, y el haber recuperado para sí misma y para otros, el mensaje
y el destino.
Shabat Shalom.
Patriicia
Dvorah Starkloff
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